lunes, 2 de julio de 2007

El maestro, con una función de socialización en la vida escolar

Determinar la función del maestro sólo por el proceso de formación académica pasa por alto una de las funciones y características centrales del proceso de educación escolar en su verdadero sentido, el cual es su carácter de práctica social y de proceso socializador. Tomando en cuenta esta característica y poniendo lo anterior en este marco organizador, la participación del alumno en el proceso de enseñanza y aprendizaje no sólo está identificado con el proceso intelectual del alumno, sino también la actividad mental y guiadora del maestro, como alguien que ya ha recorrido su propio camino de aprendizaje, y que puede compartir sus ideas y comprensión en un intercambio horizontal, y más abierto que lo que se acostumbraba tal vez anteriormente.

En la escuela los alumnos entran en contacto con una parte de la cultura de su grupo social, tanto la formal como la no-formal e informal. En estas situaciones de interacción social aprenden a identificarse ellos mismos a través de las señales y códigos que reciben y construyen con los demás. Además aprenden a sentirse individuos dentro del grupo social del que forman parte. Aprenden también los instrumentos y conceptos que ese grupo utiliza comprender su realidad y cambiarla, trabajarla. Aprenden no sólo la cultura, en el sentido estricto, sino en sentido más amplio, las sub-culturas, pero en el proceso de apropiarse de ellas, las transforma.

Desde el enfoque constructivista este aprendizaje es entendido no como copiar la realidad sino de elaborar, por medio del trabajo o esfuerzo, una representación individual del objeto, la realidad, concepto o procedimiento, que se pretende adquirir, ya por interés personal o por incitación ajena. Esta construcción o elaboración implica una aproximación hacia el objeto de aprendizaje con la clara intención de entenderlo, asimilarlo, hacerlo “suyo”. No se trata de una elaboración en el “aire”, sino que una que se engancha, o parte de las experiencias, conocimientos e intereses previos del que aprende. La motivación en gran parte la describe el constructivismo como proveniente del interés causado por lo novedoso o diferente. En algunas instancias se trata sólo de modificar, actualizar o mejorar los conocimientos o las competencias que ya se poseen. Pero en otras instancias es un conocimiento tan nuevo que se plantea un verdadero reto para poder asegurar su comprensión y dominio. Ejemplo, para muchos el estudio de un idioma extranjero (últimamente el Inglés) presupone un esfuerzo extraordinario al inicio, porque realimente no tienen de dónde agarrarse para comprender, fuera de la traducción, la cuál no siempre es la forma idónea de entender los idiomas. En este proceso se modifican los conocimientos que ya poseíamos (ejemplo—la manera de armar una frase, el vocabulario a utilizar en el nuevo y desconocido idioma). Pero al final, lo modificamos y lo integramos a nosotros mismos, a lo que se llaman nuestros esquemas, y lo hacemos propio. (Ejemplo—la creación de un acento en Inglés, el uso de ciertas expresiones idiomáticas y no otras, son decisiones muy individuales y de carácter personal).

Los teóricos constructivistas (Piaget, Coll, etc) describen este proceso como una lucha por el equilibrio. El que desea aprender algo, cuando lo encuentra tan novedoso que tiene poco dentro de su estructura para apoyar su asimilación, lo encuentra un auténtico desafío que reta sus capacidades y que lo obliga a modificar algunos aspectos del conocimiento previo para acomodar los elementos nuevos que se quieren aprender. En este proceso, no sólo se modifica lo que ya se entendía o creía entender, sino que se da una interpretación personal y única (aunque no totalmente diferente) de forma que podamos integrarlo, asimilarlo y hacerlo “nuestro”.

Entonces, en este momento, es el profesor el que está en ventaja para ayudar a poner en evidencia este desequilibrio y señalar las múltiples formas de resolverlo, tal vez sugiriendo formas que sean afines, adecuadas o apropiadas para el alumno, para que pueda resolver ese desequilibrio de la “mejor” manera, ajustando su aparato cognitivo, o esquema a la realidad, y recreando en él una versión propia de la realidad.

Este proceso de equilibrio/desequilibrio/re-equilibrio en forma nueva que es una explicación bastante cerca de Piaget, coloca al profesor en una posición, ya no de “dador” de conocimiento, sino de “vinculador” o sea el que interviene intencionalmente para provocar que el alumno, cuando se le presentan los factores desequilibradores, pueda tomar esto como oportunidad de integrar nuevos elementos a sus esquemas y modificar y reconstruirlos para asegurar un aprendizaje en avance.

A esto se le denomina (Ausubel, y otros, 1976) aprendizaje significativo.

El hombre nada puede aprender, sino en virtud de lo que ya sabe.
Aristóteles.

Es construyendo su propio significado de un objeto de conocimiento, ya sea procedimental, cognitivo u otro, que nos apropiamos de la realidad. En este proceso, se integra, modifica y establece relación entre esquemas de conocimiento previos, o sea que ya los habíamos conformado, y que se desestabilizan con la introducción de una organización exterior nueva de información o de relaciones entonces debemos reconsiderar y ajustar para incorporar los nuevos significados. Esto se diferencia del aprendizaje memorístico que implica solamente la aceptación de información exterior tal cual, y sin procesar, para conformarse a su estructura y almacenar en memoria. (Ejemplo- las tablas de multiplicar como secuencia de operaciones matemáticas que se deben memorizar, no cómo método de resolver problemas de adición o suma más rápidamente)

En este proceso, la existencia de los nuevos conceptos, su aplicabilidad, su relevancia, y el hecho de que se le presenten al aprendizaje en potencia de la persona, no son en sí suficientes. Se trata de que la persona pueda utilizarlos o ver la importancia que tienen para sí. Esto nos presenta otro concepto constructivista que es la “disponibilidad”. Esta es la tendencia de establecer relaciones, creer o imaginar que se puedan relacionar lo nuevo y lo ya conocido, dicho de otra manera “profundizar” en cuanto a descubrir los significados que pueda tener el conocimiento nuevo para sí mismo. Esta disponibilidad no se limita a los conocimientos y las competencias cognitivas, sino que toca también de forma profunda los aspectos emocionales y afectivos de la persona. La coherencia y claridad, la organización y relevancia condicionan el grado en que el alumno puede construir una interpretación más o menos consistente sobre el nuevo conocimiento.

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